Vivió la guerra civil española junto con familiares maternos en Roní, un pequeño pueblo de El Pallars Sobirà, próximo a los Pirineos, separado de sus padres, que se tuvieron que quedar en Barcelona. En 1939 volvió a la Ciudad Condal y, desde la primavera de aquel año, fue al Colegio de los Escolapios de Barcelona.
En 1946 empezó la carrera de Medicina en la Universidad de Barcelona y la finalizó, seis años más tarde, en Zaragoza, donde se licenció con solo 22 años. En la capital aragonesa se puso en contacto con el profesor Rey Ardid, que le ayudó a obtener una beca para ir a trabajar, en 1952, a una clínica psiquiátrica de Innsbruck. La buena perspectiva profesional lo llevó en 1953 a Bonn, la capital de la entonces República Federal de Alemania, donde decidió hacer carrera acadèmica. Allí hizo la tesis sobre una rara afección del cerebro, por la que recibió el Leonardo Torres Quevedo que concedía el CSIC, y obtuvo el premio extraordinario de doctorado en la Universidad de Madrid, en 1956. En 1961 consiguió la habilitación como titular de Neuropatología y, en 1968, obtuvo la cátedra, con solo 38 años.
Por otra parte, en Bonn, animado por San Josemaría –que conoció durante su época universitaria barcelonesa, en 1948–, y de otros tres miembros del Opus Dei, Cervós estableció las bases de la tarea apostólica de la Obra en el país germánico, y empezó una nueva etapa entras las dos capitales alemanas: una larga y fructífera trayectoria profesional, de más de cuatro décadas, que le supuso un gran prestigio internacional en el mundo de la neuropatología y le convirtió en el llamado “padre de la microcirculación cerebral”. Pero la cima de su trayectoria llegó cuando describió una nueva enfermedad nerviosa: la encefalitis granulomatosa reticulohistiocitaria.
En septiembre de 1996, Cervós recibió una llamada de parte de Ramon Guardans, una llamada internacional “del todo inesperada”:
Guardans, primer presidente del patronato universitario de la nueva universidad, le estaba pidiendo aceptar un encargo que suponía un cambio de vida, con casi 70 años a cuestas. Sin embargo, a pesar de la sorpresa inicial, lo aceptó, sin demora.
Así fue como, el 12 de noviembre de 1996, se presentó a los medios la futura nueva universidad, con el rector llegado de Alemania. El nombre: Universitat Lliure de Catalunya La gran apuesta por Sant Cugat, en parte de los edificios del Hospital General de Catalunya, era Medicina.
“Estuve casi medio siglo en Alemania –la mayor parte de mi vida– y regresar y poner mi conocimiento al servicio de mi primera patria, también me hacía ilusión.”
Como había dicho en más de una ocasión Guardans, la entonces Universitat Lliure de Catalunya era una iniciativa que surgía de la sociedad civil, “la verdadera esencia de Cataluña, la que ha hecho posible que a lo largo de los dos últimos siglos Cataluña tuviera el empuje y la vitalidad, la paciencia y la adaptabilidad, el juicio y el arrebato que han hecho de nuestro país una pieza clave en la construcción y el crecimiento de una España moderna”.
Jordi Cervós i Navarro –el Dr. Cervós– estuvo al frente de ella hasta 2001, pasó el relevo a Josep Argemí y entonces empezó a dirigir el departamento de Relaciones Internacionales, hasta 2007. Durante aquellos años, siguió viajando por todo el mundo, dando a conocer la Universidad, y continuó involucrado en el Instituto de Ciencias Neurológicas.
En enero de 2010 celebró su 80.º aniversario en la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, que tanto había costado sacar adelante. Se le rindió un homenaje: se puso su nombre en uno de los laboratorios de la Facultad. Once años más tarde moría, el 14 de noviembre de 2021, a los 91 años, después de una larga enfermedad que él mismo había estudiado y que tan bien conocía.
